DICEN que la costumbre de enviar tarjetas de felicitación por Navidad se debe a la iniciativa del inglés Henry Cole, un negociante de Londres, editor de libros infantiles, que en 1843 encargó al dibujante John Horsley unas escenas navideñas que editó añadiéndoles unas frases de felicitación. Aunque la iniciativa fue imitada pronto, incluso desde la misma corte de la Reina Victoria, las felicitaciones se popularizaron cuando surgió el franqueo de las tarjetas postales, a mitad de precio que los sobres cerrados, y mejoraron las técnicas de impresión hacia 1860. Apenas cinco años más tarde la felicitación navideña comenzó su expansión en Estados Unidos de la mano de Louis Prang en Boston. En España se popularizaron en el último cuarto del siglo XIX, como se puede comprobar en la colección Ephemera de la Biblioteca Nacional.
Como casi todos ustedes, tengo la mesa llena de felicitaciones navideñas, de todo tipo y procedencias. Las tengo oficiales e institucionales, de empresas, de amigos, incluso de gente que no me tiene en estima, pero no repara en gasto a la hora de lanzar supuestos mensajes de paz. De las institucionales y oficiales, algunas están, aparentemente, personalizadas con una frase o un trazo escrito a mano, y ahí se puede distinguir quien te la envía con verdadero interés -suelen singularizar un mensaje- y quien te la envía por protocolo y tiene un equipo detrás colaborando en el trazado de líneas que aparentan una firma. Aunque en el fondo da igual, lo importante es el detalle, pues podrían borrarte de la lista y Santas Pascuas.
En los últimos años se han puesto de moda las felicitaciones por SMS y correo electrónico, y éstas sí que son a veces un verdadero suplicio. Mensajes repetidos, tópicos, que te envía un conocido, incluso un aburrido anónimo que se divierte enviando mensajitos con el móvil, enriqueciendo, de paso, a las compañías de telefonía que se frotan las manos por estas fechas. Como los mensajes por internet, realizados y copiados habitualmente en horas de trabajo, que se convierten en verdaderas monsergas sobre lo bonito que es la amistad, lo mucho que te quiere el que te lo envía, creando una cadena insufrible de frases vacías y tópicas.
Seguro que muchos de ustedes han recibido el arbolito de navidad con frases cursis, o el powerpoint de la amistad eterna. Pero el remate del tomate es recibir las que podríamos denominar felicitaciones laicas, es decir, aquellas enviadas habitualmente desde centros institucionales, que no felicitan la Navidad por ser una fiesta religiosa, pero que no renuncian a la costumbre de la felicitación recurriendo para ello a citas, también tópicas, de autores tan dispares como Goethe o Gibran.
Pero a pesar de lo que pudiera parecer por lo anteriormente dicho, yo no voy a ser menos, porque en estos tiempos que corren, hay muchísima gente necesitada de una sonrisa, de una palabra de ánimo, de recibir alegrías en el corazón (y sobre todo en la cartera) así que por lo tanto, yo también os deseo:
FELICIDADES Y UN MAGNIFICO AÑO 2009
1 comentario:
Hola soy Angel.Tambien te deseo feliz navidad y mis mejores deseos para el año proximo. Un saludo
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