Vivimos una vida frenética. Es cada vez más infrecuente el encontrar a alguien que medite y reflexione detenidamente ante los acontecimientos de su vida. Dejamos que la vida nos pase sin dominarla en muchos momentos. Y consecuentemente, sin vivirla.
Cada vez me encuentro con más clientes que me piden ayuda porque no saben hacia donde van sus vidas. Desean realizarse profesional o personalmente, pero su vida ha tomado un camino radicalmente opuesto a esa realización. Escucho quejas sobre jefes malvados, horarios agobiantes, salarios escasos, y, aunque en muchas ocasiones esto es una realidad, mi pregunta es, “¿que hacemos para remediarlo?”. ¿Acaso nos decidimos a actuar o nos quedamos en la eterna queja?
Si bien es cierto que las obligaciones que hemos adquirido nos suelen llevar con la soga al cuello económicamente, y más en los tiempos que corren de receso económico, también lo es que ponemos poco de nuestra parte para cambiar las circunstancias de nuestra vida que no nos gustan.
En vez de quejarnos de la precariedad del puesto de trabajo ocupado, ¿no sería más útil buscar uno nuevo? Y si por el contrario decidimos quedarnos por los motivos que sean, ¿no sería más útil cambiar nuestro enfoque, nuestra actitud, e intentar que los días pasaran del mejor modo posible?
Del mismo modo en la vida personal, ¿porque no hacemos algo para cambiar las pequeñas o grandes cosas que nos agobian y nos limitamos a soportarlas como si no pudiéramos hacer nada por evitarlas? Si nuestra actitud ante la vida es de queja continua y no de actuación para la mejora, la vida nos dará más motivos cada minuto que pase para seguir quejándonos. Si buscamos el cambio para mejorar, podremos ganar o perder, pero por lo menos lo habremos intentado. Y esto, como dice el anuncio, no tiene precio. Dejemos la comodidad de la queja y probemos la incomodidad del hacer, solo así, quizás en un futuro, podremos quejarnos menos.
Cada vez me encuentro con más clientes que me piden ayuda porque no saben hacia donde van sus vidas. Desean realizarse profesional o personalmente, pero su vida ha tomado un camino radicalmente opuesto a esa realización. Escucho quejas sobre jefes malvados, horarios agobiantes, salarios escasos, y, aunque en muchas ocasiones esto es una realidad, mi pregunta es, “¿que hacemos para remediarlo?”. ¿Acaso nos decidimos a actuar o nos quedamos en la eterna queja?
Si bien es cierto que las obligaciones que hemos adquirido nos suelen llevar con la soga al cuello económicamente, y más en los tiempos que corren de receso económico, también lo es que ponemos poco de nuestra parte para cambiar las circunstancias de nuestra vida que no nos gustan.
En vez de quejarnos de la precariedad del puesto de trabajo ocupado, ¿no sería más útil buscar uno nuevo? Y si por el contrario decidimos quedarnos por los motivos que sean, ¿no sería más útil cambiar nuestro enfoque, nuestra actitud, e intentar que los días pasaran del mejor modo posible?
Del mismo modo en la vida personal, ¿porque no hacemos algo para cambiar las pequeñas o grandes cosas que nos agobian y nos limitamos a soportarlas como si no pudiéramos hacer nada por evitarlas? Si nuestra actitud ante la vida es de queja continua y no de actuación para la mejora, la vida nos dará más motivos cada minuto que pase para seguir quejándonos. Si buscamos el cambio para mejorar, podremos ganar o perder, pero por lo menos lo habremos intentado. Y esto, como dice el anuncio, no tiene precio. Dejemos la comodidad de la queja y probemos la incomodidad del hacer, solo así, quizás en un futuro, podremos quejarnos menos.
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