Que Cádiz es distinto es algo que pueden suscribir no solo muchos de los gaditanos enamorados de su ciudad, sino también, muchos de los visitantes, turistas, adeptos, adictos y transeúntes que surcan sus calles.
Ayer, la jornada fue un “chute” de gaditanismo para los cinco sentidos.
Tras madrugar en Sevilla, una parada en Jerez para desayunar y tener una reunión con un importante empresario gaditano y plantear una propuesta de consultoría para la mejora de sus procesos y los resultados del negocio. Persona de esas con las que has establecido una química especial y una complicidad profesional que son la semilla de la que espero sea una relación duradera.
De nuevo en ruta en dirección a la Tacita de Plata. Cruzar el Puente Carranza y parar en la entrada de Cádiz para visitar a mi amiga Virginia en sus nuevas oficinas del Estadio Carranza ( http://www.epicsa.es/ ). Muchos recuerdos de la época del colegio, qué ha sido de uno y de otro, algún asunto profesional de interés mutuo y una cariñosa despedida, dejando planificado un próximo encuentro para un paddle mixto a cuatro.
Veinte minutos más de coche y por la Avenida hasta las Puertas de Tierra. ¿Por dónde tiro? ¿Por el Campo del Sur o por el Muelle? Ya he empezado a bajar por la Cuesta de las Calesas.
Almorzar con vistas al otro lado de la Bahía desde la acogedora Escuela de Hostelería ( http://www.ehcadiz.com/ ) con su Director Gerente, mi amigo Aurelio. Otra de esas personas especiales con las que uno disfruta sintiéndose cerca y cercano. Ningún otro sitio mejor para reponer fuerzas que en el propio restaurante de la Escuela y deleitarnos (una vez más, con los cinco sentidos) con el menú degustación, para poder catar la evolución de estos jóvenes futuros Arguiñanos, Arzaks, Berasateguis, o Adriás. Por cierto, que antes de que llegaran estos tiempos mediáticos (televisivos, revisteros, etc) ya teníamos en Cádiz a Gonzalo Córdoba en los fogones de El Faro, auténtico lugar de peregrinación de estómagos entendidos.
¿Os he dicho ya alguna de las sorpresas del Menú? No dejéis de probar el Turrón de Foie, crujiente, y delicioso al fundirse en el paladar. También plausibles el bocado de bacalao confitado, la crema de mariscos con tropezones y gambitas desnudas, el lomo de ternera al oporto o el salmorejo de remolacha. Pero sin duda, una de las presentaciones más sorprendentes fueron las croquetas cuadradas de rabo de toro. No me extiendo con los postres porque ya rozaríamos con lo pecaminoso pero si haré un alto para mencionar los caldos, porque ,estando en un templo del buen yantar (Etimología: del latín ientare, "almorzar") había que hacerle los honores a un nuevo crianza de Arcos de la Frontera cuyo nombre os daré otro día.
Aurelio tuvo la enorme amabilidad de enseñarme las instalaciones de la Escuela, que ahora es su casa profesional, y donde vuelca sus ilusiones para beneficio de los casi 80 alumnos entre primer y segundo curso, repartidos entre las dos especialidades de cocina-repostería y servicio restaurante-bar. El placer para los sentidos continuaba al oir las explicaciones de mi cicerone y de algún colaborador al que me presentó durante la gira, al oler los distintos ambientes en las cocinas y clases de repostería, de calientes, de fríos, el laboratorio enológico, al ver lo impecable de las instalaciones, su limpieza, su orden.
Al terminar el paseo, incluso después de haberme despedido hasta una pronta ocasión, (muchísimas gracias, Aurelio) los otros dos sentidos, el tacto y el gusto, aún estaban charlando entre si sobre las dichosas croquetas cuadradas.
¿Os he dicho ya alguna de las sorpresas del Menú? No dejéis de probar el Turrón de Foie, crujiente, y delicioso al fundirse en el paladar. También plausibles el bocado de bacalao confitado, la crema de mariscos con tropezones y gambitas desnudas, el lomo de ternera al oporto o el salmorejo de remolacha. Pero sin duda, una de las presentaciones más sorprendentes fueron las croquetas cuadradas de rabo de toro. No me extiendo con los postres porque ya rozaríamos con lo pecaminoso pero si haré un alto para mencionar los caldos, porque ,estando en un templo del buen yantar (Etimología: del latín ientare, "almorzar") había que hacerle los honores a un nuevo crianza de Arcos de la Frontera cuyo nombre os daré otro día.
Aurelio tuvo la enorme amabilidad de enseñarme las instalaciones de la Escuela, que ahora es su casa profesional, y donde vuelca sus ilusiones para beneficio de los casi 80 alumnos entre primer y segundo curso, repartidos entre las dos especialidades de cocina-repostería y servicio restaurante-bar. El placer para los sentidos continuaba al oir las explicaciones de mi cicerone y de algún colaborador al que me presentó durante la gira, al oler los distintos ambientes en las cocinas y clases de repostería, de calientes, de fríos, el laboratorio enológico, al ver lo impecable de las instalaciones, su limpieza, su orden.
Al terminar el paseo, incluso después de haberme despedido hasta una pronta ocasión, (muchísimas gracias, Aurelio) los otros dos sentidos, el tacto y el gusto, aún estaban charlando entre si sobre las dichosas croquetas cuadradas.
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