En su discurso inaugural, seguido por una de las mayores audiencias mundiales de la historia, Barack Obama, señaló respecto de la crisis económica internacional actual: "Nuestra economía se ha debilitado enormemente como consecuencia de la codicia y la irresponsabilidad de algunos"; resaltó que "sin un ojo vigilante, el mercado puede descontrolarse" y que "un país no puede prosperar durante mucho tiempo cuando sólo favorece a los que son ya prósperos". Asimismo, advirtió: "El éxito de nuestra economía ha dependido siempre no sólo del tamaño de nuestro producto bruto interno, sino del alcance de nuestra prosperidad, de nuestra capacidad de ofrecer oportunidades a todas las personas, no por caridad, sino porque es la vía más firme hacia nuestro bien común. La ética importa”.
Los sufrimientos sociales son muy duros. La "codicia desenfrenada" en los mercados, como la ha llamado Obama; el debilitamiento en extremo de las políticas públicas encargadas de regularlos, y de su capacidad real de acción, estuvieron en la base de la crisis norteamericana.
Según todas las evidencias, la especulación salvaje, la maximización del riesgo para obtener las más altas ganancias personales por parte de los altos ejecutivos, la falencia grave de las agencias calificadoras de riesgos, que fallaron estruendosamente, y múltiples formas de corrupción corporativa que estallaron con casos como el del Fondo Madoff, alimentaron y multiplicaron la crisis.
Reintegrar la ética en la economía, movilizar la acción pública reguladora en defensa del interés colectivo, fortalecer técnicamente y profesionalizar a fondo los organismos reguladores, aumentar las capacidades de control social de la ciudadanía, y dejar en el desván las ideas económicas fundamentalistas que promovieron y facilitaron la explosión de incentivos perversos, que hoy está ensombreciendo la vida de buena parte de la población del planeta, parecen indicaciones mínimas para seguir en América Latina.
Pero, sobre todo, lo decisivo es llevar a los hechos su advertencia de que alcanzar el bien común está supeditado a crear una sociedad con oportunidades para todos. Esto tiene especial resonancia en una región que ha conseguido ser la más desigual de todas.
Obama realizó una advertencia final en su discurso: la de alguien cuyo padre, como explicó, no habría sido aceptado hace menos de 60 años en un restaurante de Washington, por su color. Destacó que "los valores son cosas reales" y son el pilar. Llamó a la solidaridad y al servicio cívico. Resaltó "la bondad de dar cobijo a un extraño cuando se rompen los diques; el valor del bombero que sube corriendo por una escalera llena de humo; la voluntad de un padre de cuidar de su hijo". Valores como esos, enfatizó, "deciden nuestro destino".
Esa nota de realismo ético es muy sugerente para América latina y la Argentina. Recuperar ante todo, como señaló Obama, el sentido de la ausencia del valor de los valores para la economía, para la vida cotidiana, y cultivar sistemáticamente la educación en ellos, y su práctica marcarán el futuro de nuestras sociedades, en las que hay una profunda "sed de ética".
Los sufrimientos sociales son muy duros. La "codicia desenfrenada" en los mercados, como la ha llamado Obama; el debilitamiento en extremo de las políticas públicas encargadas de regularlos, y de su capacidad real de acción, estuvieron en la base de la crisis norteamericana.
Según todas las evidencias, la especulación salvaje, la maximización del riesgo para obtener las más altas ganancias personales por parte de los altos ejecutivos, la falencia grave de las agencias calificadoras de riesgos, que fallaron estruendosamente, y múltiples formas de corrupción corporativa que estallaron con casos como el del Fondo Madoff, alimentaron y multiplicaron la crisis.
Reintegrar la ética en la economía, movilizar la acción pública reguladora en defensa del interés colectivo, fortalecer técnicamente y profesionalizar a fondo los organismos reguladores, aumentar las capacidades de control social de la ciudadanía, y dejar en el desván las ideas económicas fundamentalistas que promovieron y facilitaron la explosión de incentivos perversos, que hoy está ensombreciendo la vida de buena parte de la población del planeta, parecen indicaciones mínimas para seguir en América Latina.
Pero, sobre todo, lo decisivo es llevar a los hechos su advertencia de que alcanzar el bien común está supeditado a crear una sociedad con oportunidades para todos. Esto tiene especial resonancia en una región que ha conseguido ser la más desigual de todas.
Obama realizó una advertencia final en su discurso: la de alguien cuyo padre, como explicó, no habría sido aceptado hace menos de 60 años en un restaurante de Washington, por su color. Destacó que "los valores son cosas reales" y son el pilar. Llamó a la solidaridad y al servicio cívico. Resaltó "la bondad de dar cobijo a un extraño cuando se rompen los diques; el valor del bombero que sube corriendo por una escalera llena de humo; la voluntad de un padre de cuidar de su hijo". Valores como esos, enfatizó, "deciden nuestro destino".
Esa nota de realismo ético es muy sugerente para América latina y la Argentina. Recuperar ante todo, como señaló Obama, el sentido de la ausencia del valor de los valores para la economía, para la vida cotidiana, y cultivar sistemáticamente la educación en ellos, y su práctica marcarán el futuro de nuestras sociedades, en las que hay una profunda "sed de ética".
2 comentarios:
Hola Jose María
Parte de la base de que estoy 100% de acuerdo contigo y que en algún sitio he escrito que esta crisis es una crisis de valores, más que financiera. Hemos querido hacernos muy ricos, muy deprisa, y eso se paga.
Pero mira, después de unos cuantos días de la "Canonización" de Obama, leo esto: http://blogs.libertaddigital.com/democracia-en-america/change-i-have-always-believed-in-4411/ (es largo, pero merece la pena).
En definitiva. Esperar que Obama arregle algo (la ética, las finanzas o la crisis) es absurdo. Ni Obama, ni McCain, ni Bush. Tenemos que ser cada uno de nosotros. Si nosotros dos "somos éticos", quedamos dos menos por cambiar.
Personalmente tengo una fortísima desconfianza frente a la clase política. Entiendo que debe haber alguno bueno, pero no he encontrado a muchos. Creo que es el momento de la socidad civil, de los hombres y mujeres, como tú y como yo, que seamos capaces de limpiar los fangos que nos rodean...
En ello estamos.
Es estupendo esto de comunicarse a través de estos comentarios en Blogs, cuando no se tiene la suerte de poder quedar a tomar un café o un pincho en la Estafeta, o en la Plaza del Castillo (qué de tiempo!!!!!!!!!)
Un abrazo, Carlos.
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