Tener un máster en Administración y Dirección de Empresas, un MBA, siempre ha sido un pasaporte para ascender en el escalafón directivo o conseguir un buen puesto, y si encima iba firmado por una prestigiosa escuela de negocios, el pedigrí del candidato se elevaba inmediatamente.
Las empresas han confiado ciegamente en las escuelas de negocios, hasta el punto de dar por buena toda la formación que imparten, sin cuestionarse nada más.
Parte del crecimiento empresarial de los últimos años se debe, según los analistas, al apetito voraz de esta nueva clase ejecutiva que estaba dispuesta a comerse el mundo.
Pero algo ha fallado. Los cimientos se han tambaleado y a muchos tanto apetito voraz se les está indigestando. La crisis económica, acuciada por la caída de las empresas financieras, está poniendo en entredicho la formación recibida por los gestores.
Y ahí es donde las escuelas de negocios han de asumir una parte de responsabilidad. En efecto, no podemos echar la vista a un lado ni presumir de que todos los directivos han salido de nuestras escuelas cuando todo va bien, y cuando hay un fallo sistemático del sector financiero no podemos decir que no fue culpa nuestra. Algunos pueden decir que no estan para enseñar valores, sino teorías, pero todas las teorías están cargadas de valores y en muchos casos no son correctas.
Lo cierto es que el currículo de las escuelas de negocios ha estado dominado por una visión economicista simplista para hacer modelos matemáticos con consecuencia en los valores.
Otro ejemplo tiene que ver con el modelo de Michael Porter sobre las cinco fuerzas que influyen en la estrategia competitiva de una compañía y determinan las consecuencias de su rentabilidad a largo plazo. Cuando escarbas en esta teoría, te dice que extraes valor si compites con tus clientes, si exprimes a tus proveedores. ¿Tienes que explotar a tu clientes?, ¿Google explota a sus clientes? No, crea valor para ellos. Cuando indagas ves que las cinco fuerzas tienen unos valores que no se sostienen.
El objetivo no puede ser únicamente, crear valor para el accionista. En España, si se derrumba la banca, ¿quién paga los platos rotos, el accionista o el contribuyente?, ¿y la gente que pierde su empleo?.
En definitiva, habrá que pensar otra manera de definir la responsabilidad del directivo y no pensar que hay que crear únicamente valor para el accionista.
En esta misma línea, el Pacto Global de Naciones Unidas ha lanzado unos principios para la educación responsable en gestión, a la que se han sumado 223 instituciones académicas, entre las que se encuentran las principales escuelas de negocios españolas.
Los MBA deben volcarse en los conceptos de innovación y en formar a emprendedores. La crisis es un buen momento para realizar una cura de humildad en las escuelas de negocios, donde ha habido cierta arrogancia, y ahora tenemos que ligar la investigación y la enseñanza a las necesidades de los líderes.
Las escuelas de negocios tienen el deber de aportar un diagnóstico y un análisis sobre lo que está pasando.
Hay muchos individuos que sólo han tenido en cuenta los incentivos y en función de ello han tomado decisiones. No se puede acusar sólo al directivo o a los teóricos que han propuesto que buscar el valor para el accionista es la mejor manera de concebir la empresa, sino también del accionista, que cuando las cosas iban bien nunca dijo nada.
La ética debe estar en tu relación con la competencia, en cómo lanzas un productos, en cualquier decisión que tomas como empresario.
Los gestores caídos también tenían un máster. Estar en posesión de un máster adorna el currículo de muchos, pero esto no significa que sea un aval de buena gestión. Por ejemplo, Richard Fuld, presidente de Lehman Brothers, anota en su expediente académico un MBA por la Universidad de Nueva York. Franklin Raines, presidente de la también caída Fannie Mae, estudió en la prestigiosa facultad de Derecho de Harvard, institución que aparece en muchos rankings como la mejor del mundo y que no está adscrita a los principios para la educación responsable en gestión, iniciativa impulsada por Naciones Unidas, aunque sí ha decidido participar en el debate.
Principios éticos y de conducta deseable en el futuro:
- Formación responsable
- Desarrollar las capacidades de los alumnos para aportar valor sostenible para los negocios y la sociedad
- Se incorporarán a las actividades académicas los valores de la responsabilidad social global
- Se creará un marco educativo que favorezca el liderazgo responsable
- Se realizará una investigación de concepto para mejorar la creación de valor sostenible social, ambiental y económico
- Se interactuará con los gestores de empresas para ampliar el conocimiento de sus desafíos para cumplir con sus responsabilidades sociales
- Se apoyará el diálogo y el debate con todos los agentes.